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9. Nadie me lleva a conocer una fábrica de nubes



En la espera, anoche vi un concierto en el Divino Castigo. Hay gente que no tiene casa y otros que lo gritan con el puño cerrado, con fuerza y con una guitarra.
«Qué triste se oye la lluvia en los techos de cartón,
qué lejos pasa la esperanza en las casas de cartón...»

La gente grita. «Aguas arriba todo será más fácil». Cada día, un poquito más en cada poema, en cada nota, hasta endurecer las heridas de los nudillos que golpean las puertas cerradas.
«Al final, siempre sale bien». Lo aprendí aquí en León de Deschampsia Antarctica. Pero hay gente que no tiene casa, o que se van para no volver, con un llanto cuesta arriba, y no entiendo los colores de esta post-revolución.
«Niños color de mi tierra, con sus mismas cicatrices,
millonarios de lombrices, y por eso,
que triste viven los niños en las casas de cartón...»

«Todo es más fácil», gritan en León, «cada uno que contagie al vecino, desorganizando sus nubes entre sus cables cortocircuitados, con las pupilas bien abiertas, y a empujar  como fichas de dominó que caen en cadena. Después, sólo hay que dar un plástico al que no lo tiene y un ladrillo al que ya está seco».
Y yo estoy de acuerdo con ellos. Después, algún día, cuando seamos fuertes, tendremos que convencer al malote de que deje de ser malote.

Tiene que llover para todos igual. 

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