En
la espera, anoche vi un concierto en el Divino Castigo. Hay gente
que no tiene casa y otros que lo gritan con el puño cerrado, con fuerza y con
una guitarra.
«Qué triste se oye la lluvia en los techos
de cartón,
qué lejos pasa la esperanza en las casas de
cartón...»
La gente grita. «Aguas
arriba todo será más fácil». Cada día, un poquito más en cada poema, en cada
nota, hasta endurecer las heridas de los nudillos que golpean las puertas
cerradas.
«Al final, siempre sale
bien». Lo aprendí aquí en León de Deschampsia Antarctica. Pero hay gente que no tiene casa, o que se van para no volver, con un
llanto cuesta arriba, y no entiendo los colores de esta post-revolución.
«Niños color de mi tierra, con sus mismas
cicatrices,
millonarios de lombrices, y por eso,
que triste viven los niños en las casas de
cartón...»
«Todo es más fácil»,
gritan en León, «cada uno que contagie al vecino, desorganizando sus nubes
entre sus cables cortocircuitados, con las pupilas bien abiertas, y a empujar como fichas de dominó que caen en cadena.
Después, sólo hay que dar un plástico al que no lo tiene y un ladrillo al que
ya está seco».
Y yo estoy de acuerdo
con ellos. Después, algún día, cuando seamos fuertes, tendremos que convencer al
malote de que deje de ser malote.
Tiene que llover para
todos igual.
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