He decidido contarlo.
Los secretos ocultos nunca llegan a ser secretos del todo. Se convierten en
egoísmo, inseguridad de creerte especial por conocer algo en exclusiva.
Desaparecido el secreto, aniquilado el dominio.
Un buen secreto debe ser
compartido. Si no se comparte, ni es un secreto ni es nada; es una mierda. «Cantos
de papagayo parlanchín para apagar otros fuegos», que diría el Loko. Pero eso
es otra historia.
Mi secreto sí que es
importante y no por eso debo esconderlo como un mago burlón. Y es que, si no
cuento mi secreto, podría llegar a sentirme como un estafador, un charlatán
fiduciario de un puesto ambulante de feria. Y no, mi Compra Venta de Nubes no
es un casino de ruleta trucada, sino un negocio serio.
Por eso quiero contar mi
secreto. Ahí va: las nubes están hechas
de sueños en blanco.
Ya está dicho, revelado.
Aunque, a decir verdad, más que decirlo o contarlo, tenía que haberlo mostrado.
¿No muestra sus cartas sobre el tapete un jugador de póker cuando la ada es
ganadora? Pues eso. Sólo las mentiras permanecen ocultas. Por eso se llaman
faroles, porque a veces alumbran pero la mayoría del tiempo son setas
trasparentes colgadas del techo.
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